martes, 5 de mayo de 2009

La reflexión: desencadenante lógico de la lectura

Si a una persona cualquiera se le pregunta como empezó su relación con el mundo literario, muy probablemente nos comente primero alguna experiencia relacionada con su infancia, momentos de nuestras vidas en los que todavía eran nuestras madres (en la mayoría de los casos) quienes nos narraban algún cuento. Me permito decir que yo fui uno de esos niños afortunados ya que, gracias a la predisposición de mis padres al tomarse un rato de sus noches para leerme algo, logré entender la importancia de los libros. Fábulas de Horacio Quiroga, cuentos de Disney, entre otras narraciones, fueron mis primeras relaciones con la literatura.
Ya con unos 7 años, sentí que debía empezar a leer solo, pero sobre todo eligiendo yo qué leer. Sin embargo, fue recién a los 11 años cuando mi mente hizo un “clic” y realmente me empezó a interesar la literatura. Quizás gran parte de ese logro se lo debo a J. K. Rowling y sus “Harry Potter”, porque me di cuenta que la vida no se terminaba en un partido de futbol, sino que había otras cosas igual que interesantes para hacer. Así fue que introduje en mi vida el hábito de leer. Fue, sin lugar a dudas, un período en el cual tenía devoción por los relatos fantásticos, porque además de los “Harry Potter”, también leí la trilogía de “El señor de los anillos”. Antes de seguir, me parece de gran importancia señalar que, gracias a estos libros, se dieron mis primeros debates grupales con mis amigos acerca de lo que leíamos, lo cual me ayudó mucho para leer con más atención, y así tener yo una opinión más formada sobre las lecturas.
Los años que siguieron, fueron marcados por los libros que leíamos en clase. Recuerdo con gran afecto uno en especial, que leí cuando tenía unos 14 años: “Rebelión en la granja” de George Orwell. A pesar de que nunca pude dilucidar claramente qué hecho de ese libro me marcó tanto, no creo que tenga tanta importancia, porque lo que me marcó realmente fue el libro en su totalidad. Aprendí muchas cosas a la vez, desde lo sucedido en la Revolución rusa y sus años posteriores (Stalin incluido), hasta abrir los ojos y ver que en la literatura, y también en la vida, no era todo color de rosas, sino que también podían ser espinosas. Después de todo, fue mi primera lectura con tonos políticos, problemas sociales, y contextualizada en una parte conflictiva de la historia mundial. Dos años más tarde, “La República” de Platón fue de gran ayuda para pensar y reflexionar temas complejos, lo que dio lugar a debates interesantes en todo mi curso.
Ya en el último año escolar, con el fin de prepararnos para nuestros futuros estudios, nos dieron para leer textos de esos que literalmente “te abren la cabeza”. Personalmente, recuerdo haber elegido para leer “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury y “1984”, también de Orwell. Ambos libros me hicieron pensar mucho sobre las posibles sociedades en las que podríamos vivir, por lo que sentí que mi capacidad de reflexión iba aumentando cada vez más. Admito que me sentí un poco resignado al leer los finales de ambas narraciones, porque entendí lo difícil de un cambio en una sociedad injusta, lo difícil de una revolución, lo difícil de ir en contra de un aparato estatal. Estos pensamientos y sentimientos se dieron, sobre todo, al leer “1984”, una obra maestra dentro de la literatura, y a la cual considero como mi favorita. Por este motivo, decidí volver a leerlo una vez adquirida más experiencia y conocimientos.
La primera vez que lo leí tenía 17 años, y como cultura general y experiencia de lector, todo lo aprendido en el colegio. Pero al año siguiente, cuando ya tenia 18 años y había cursado las seis materias del CBC, me sentía con ganas de leerlo de nuevo, para poder enfocar la visión desde un lugar diferente, con nuevos conceptos y, sobre todo, mas cultura y conocimiento. Al terminar de leerlo por segunda vez, tuve una satisfacción enorme al sentir que lo que buscaba con esa segunda lectura, lo había encontrado: poder tener una posición más crítica sobre los sucesos narrados en el libro, lograr ponerme en el lugar del protagonista y desde allí ver qué hubiera hecho yo o qué no hubiera hecho en determinada situación, etc. El protagonista, Winston Smith, estaba en contra de la ideología del gobierno del Gran Hermano, que no era una persona física, sino más bien el Estado Totalitario en toda su expresión. El problema de Winston, como de tantos otros ciudadanos, era el de querer rebelarse pero no poder hacerlo, ya que el castigo por ello sería fatal. Es en este punto donde me identifico con Winston. Si bien el personaje vivía en una sociedad donde hacer amistades, pensar distinto, y hasta alimentarse de más estaba visto como algo subversivo, mientras que yo vivo en una sociedad injusta, pero que permite (hasta cierto punto, pero lo permite) pensar distinto, tener amistades y ser más libres, el sentimiento y las ganas de que muchas cosas cambien, son comunes en ambos casos. Tanto en mi caso como en el de Winston. Siempre pienso que es más lógico que alguien que vivió durante la dictadura se relacione más con el personaje de Winston, pero también sé que de haber vivido yo en esa época, tan solo por ser un estudiante que pensaba distinto, podría haber desaparecido como tantos otros. Por eso creo que jamás me había identificado tanto con un personaje como con éste, quien deseaba fervorosamente el cambio, la sublevación, pero que también veía que el otro, sea su vecino, o su compañero de trabajo, se resignaba a la miseria en la que vivía y no protestaba para vivir de manera más digna.
Como cierre, quiero volver a destacar el aporte más significativo que, hasta el momento, me ha dado la literatura: la capacidad de reflexionar, de poder tener una opinión firme acerca de las cosas. Leer es maravilloso, porque el que lee, tarde o temprano, va a sentir que se le “abre la mente”.

1 comentario:

  1. Ezequiel!
    Hola... estoy esperando que subas el cuento! Lo leí y encontré algunas cosas interesantes que me gustaron...
    Saludos!
    Andrea.-

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